Da la impresión de que los maestros andan preocupados por el devenir de la arquitectura, tanto los que participaron en los movimientos del Mayo del 68 como los que están involucrados en los debates de la Unión Europea observan síntomas preocupantes en la sociedad y, por tanto, en la arquitectura, esa «petrificación de un momento cultural», como la define Jean Nouvel en esta entrevista vía ABC. Una lectura cruzada de sus respuestas con el manifiesto que firma Rem Koolhaas en Artforum sobre el paisaje «inteligente» permiten detectar la complementariedad de sus preocupaciones y la necesidad de ese cruce de miradas que empieza con el holandés.
La presión económica y gubernamental hacia la estandarización, amenaza con allanar el recorrido de la arquitectura, los procesos de fabricación avanzada y digital anuncian la traducción directa y sin restricciones de la imaginación del arquitecto en promesas de impresión tridimensional de una forma física para cortocircuitar la práctica de la construcción arquitectónica, realizando una especie de desviación mágica… Pero imprimir tiene sus propias limitaciones. Sólo puede producir formas sin costuras, enteras, que no puede conectarse a partes separadas.
El francés, que ensalza aquella época de efervescencia intelectual de los sesenta, no ha dejado de luchar contra ciertas formas de academicismo. Lejos de la estandarización considera que cada lugar merece una reflexión totalmente específica; incluso entusiasma leer, cada proyecto es el inicio de una aventura y, evidentemente, al principio nunca sé adónde voy. No empiezo con una idea preconcebida. Empiezo siempre con la esperanza de que ese lugar y ese momento y las personas con las que me voy a encontrar en ese instante van a aportar algo que es totalmente único; y esta especificidad y esta singularidad es un ataque en toda regla contra la clonación. Concluye con el titular de la entrevista, hay algo que ha empeorado la situación: el desarrollo de la informática, porque ahora todos los parámetros están disponibles… Por desgracia, falta materia gris. No hay suficiente pensamiento, ni suficiente intención, ni suficiente amor en cada proyecto, por lo que los proyectos llegan de forma automática, así, sin alma.
Advierte el Pritzker holandés de la constante aceleración de lo «smart» dentro de la arquitectura, en forma de dispositivos, sensores y sistemas que han hecho que los elementos tradicionales de la arquitectura, ciegos, mudos y por tanto, fiables, se hayan convertido en elementos «inteligentes» que escuchan, recopilan información, procesan y se adaptan continuamente, hasta el punto de temer que pronto, una jaula de Faraday sea un componente necesario de cualquier casa.
Es posible entrever las ficciones de Asimov trasladadas a la arquitectura cuando Rem Koolhaas afirma: el edificio «inteligente» es un eufemismo de un agente de inteligencia. Pronto tu casa podría traicionarte. La opinión expuesta por el fundador de OMA ante la Comisión Europea en 2014 fue rotunda: Llamando a sus ciudades «smart», condenan a nuestras ciudades a ser estúpidas. (…) Con la seguridad y la protección como puntos de venta, la ciudad se está convirtiendo increíblemente menos aventurera y más predecible. Para salvar la ciudad, podríamos tener que ser destruirla…
Al hilo de otra pregunta Jean Nouvel contesta: cuando no hay misterio, no hay seducción. La arquitectura es un misterio que hay que preservar. Si se muestra todo de una vez, nunca ocurrirá nada. Ocultar, es sin duda una de las recetas del erotismo, y, por tanto, de la arquitectura erótica.
En una época de lo «smart» y la transparencia cabe, según Koolhaas, una pequeña posibilidad para combinar el conocimiento acumulado a lo largo de los siglos con el estrecho alcance de las prácticas consideradas hoy como «inteligentes». Quizás la oposición fundamental a la que nos enfrentamos está en el poder largamente establecido en la arquitectura para articular lo colectivo y la aparente habilidad digital para fundirse con uno mismo.
Puede que como en las teorías de los situacionistas, entre los que parece incluirse el propio Nouvel, la arquitectura también deba adaptarse a la situación presente, a la vida, buscando todo lo que puede cambiar un proyecto; cambiar quiere decir que debemos responder a muchas preguntas… Estamos obligados cada vez a escuchar, a tener en cuenta y a entender todos los parámetros de la pregunta planteada. Prácticamente en todas las situaciones, lo que siempre hay que hacer es cruzar una mirada exterior con una mirada interior.
¿Cuál es la arquitectura en la era de lo «inteligente»? La pregunta no citada puede tener respuesta en un clásico como la Fundación Cartier, obra del maestro francés, que sin estar petrificada pueda ser «confiable» y cuya transparencia total es capaz de guardar misterio. Es posible que la arquitectura deba aventurarse a explorar el vacío programable que plantea el maestro holandés para su puente peatonal en Burdeos, donde la obra no es el evento en sí sino la plataforma sobre la que puede ocurrir cualquier cosa. Puede que la arquitectura deba ser lo estable de lo inestable, lo pétreo de lo fluido, lo inteligente de lo «smart».