A veces un maestro pierde las formas, generalmente para bien, demostrando porque ocupa ese lugar dentro de la arquitectura más allá de estilos y modas. Cuando se arriesga fuera de las líneas y paletas conocidas, incluso alejado de sus lugares y geografías, aporta una mirada subversiva a lo que en otras manos se ha vuelto vulgar. Un muro cortina o el interior de un edificio de laboratorios y oficinas está lleno de detalles que generalmente pasan desapercibidos. Sin embargo, aquí se revelan sutilmente diferentes, capturando la mirada y haciendo valer la revisión que los ha creado ex profeso. Se esboza un sonrisa al descubrir un rastro de su firma en una sola de las plantas, como ese quiebro o capricho que un proyecto te permite tan sólo cuando está cuadrado, encajado y en su sitio. Algo que sin duda cumple esta rara avis dentro de la obra de Álvaro Siza. Ortogonal, transparente y ligero, este edificio en el Novartis Campus de Basilea, retratado en la publicación de Merian Verlag, muestra la valía del arquitecto luso, y demuestra el valor del fondo sobre sus formas.
via designboom