Casi al final he cambiado el título de la entrada pensando en la coincidencia que existe entre el nombre del estudio danés y el título de aquella película en la que un joven Tom Hanks encarnaba a un niño de instituto atrapado en un cuerpo de hombre. Aquel niño con apariencia de adulto que era capaz de revolucionar una empresa de juguetes me ha hecho pensar si también un niño que juega con legos y dibuja comics en sus libretas esté atrapado en el cuerpo de Bjarke Ingels tratando de revolucionar, en este caso, la escena arquitectónica. Parece que el discurso del danés está calando, que la arquitectura puede ser sencilla sin caer en lo simple, y que cuando se sale del estudio para involucrar a la gente en la creación de sus propios entornos, incluso cuando las ideas rozan la utopía, la sociedad responde y la arquitectura se democratiza participando de este juego. Ilusiona pensar en que la arquitectura vuelva a devolver ese poder a la sociedad pudiendo construir un mundo de sueños donde los deseos, como en la película, se hacen realidad.